El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva mantiene una ventaja de diez puntos porcentuales sobre el actual mandatario, Jair Bolsonaro, en la segunda encuesta de intención de voto de la firma privada Ipec tras la primera vuelta electoral y de cara al ballotage del 30 de octubre por la presidencia de Brasil. La campaña de Lula decidió incorporar una sugerencia de la centroderechista y aliada en segunda vuelta, Simone Tebet, y le pidió a sus seguidores cambiar el rojo que identifica al Partido de los Trabajadores (PT) por el blanco en un acto este martes en la región de la Baixada Fluminense. Allí se concentran diez municipios de los más pobres y violentos de Río de Janeiro, un estado clave que le fue favorable a Bolsonaro en primera vuelta.

De acuerdo con el sondeo de Ipec, Lula obtendría el 55 por ciento de los votos válidos contra el 45 por ciento de Bolsonaro. El sondeo publicado este martes por la consultora de opinión pública perteneciente a la cadena de medios Globo tiene un margen de error de más o menos dos por ciento. Esto implica que, en el escenario más ajustado, Lula se impondría con 53 a 47 por ciento, según la intención de voto detectada por Ipec.

Los datos del sondeo de Ipec son más favorables a Lula que la última encuesta de la empresa Datafolha, que sitúa a Lula con el 49 por ciento de la intención de voto y a Bolsonaro con un 44 por ciento. Las firmas encuestadoras han sido muy cuestionadas en Brasil por no haber detectado la fuerza de Bolsonaro y de sus aliados en la primera vuelta de las elecciones. Las principales encuestas previeron la victoria de Lula y que Bolsonaro quedaría en segundo lugar, pero calcularon que la diferencia entre ambos llegaría a ser de entre 10 y 15 puntos porcentuales.

Lula cambia el rojo por el blanco

Decidido a ampliar su ventaja en la segunda vuelta, Lula dejó de lado el rojo predominante en sus propagandas y lo cambió por el blanco. Ese cambio cromático-político, según admitieron fuentes de la campaña, apunta a reforzar el amplio frente progresista que Lula ha conformado y aún intenta ampliar para derrotar en el ballotage a Bolsonaro.

El rojo representa en la política brasileña al PT fundado por Lula en 1980, pero algunos de los nuevos aliados que se sumaron al frente progresista han insinuado que no se sienten reflejados en ese color, propio de la izquierda. Una de ellas es la centroderechista Simone Tebet, tercera en la primera vuelta con un 4,1 por ciento de los votos y quien ahora integra la campaña de Lula para la segunda ronda del 30 de octubre. 

Según dijo Tebet, el rojo "aleja" a aquellos electores que rechazan al PT, que podrían dejar de apoyar a Lula y abstenerse de votar o, en el peor de los casos, alinearse con el líder de la ultraderecha. La opinión de Tebet parece haber sido escuchada, al punto tal que la campaña de Lula decidió adoptar ese cambio de colores este martes. "Por el amor y por la paz, vamos a usar blanco", dice un aviso publicado en las redes sociales de Lula, en el que se convoca a un acto previsto para la noche del martes en un suburbio de Río de Janeiro.

Río de Janeiro es la cuna política del clan Bolsonaro y el lugar donde el presidente edificó su carrera política, defendiendo a los policías acusados de gatillo fácil y justificando la existencia de milicias parapoliciales para enfrentar, fuera de la ley, al crimen organizado como el narcotráfico. La región tradicionalmente fue un reducto del PT, pero hace una década la política vinculada a las iglesias evangélicas ganó notoriedad y empezó a inclinar la balanza hacia la derecha y el bolsonarismo.

"Hay un intento de destruir las instituciones"

Durante un encuentro con un grupo de intelectuales, Lula acusó este lunes a Bolsonaro de querer hacer una Corte Suprema a su medida. "Hay un intento de destruir las instituciones. Tenemos (como presidente) a un ciudadano que está intentando aumentar el número de miembros de la Corte Suprema con la perspectiva de hacer una Corte Suprema favorable a él", dijo Lula.

El exlíder sindical se refirió así a unas polémicas declaraciones de Bolsonaro durante una entrevista en la que dijo estar valorando una propuesta de ampliar el número de magistrados de la Corte Suprema, aunque aseguró que solo discutiría esa cuestión después de las elecciones. El líder de la ultraderecha mantiene una tensa pelea con la cúpula judicial, a la que acusa de haber tomado decisiones en su contra y de algunos de sus aliados motivadas, según él, por "activismo político". 

Bolsonaro designó a dos de los once jueces que forman el Supremo Tribunal Federal. Para aprobar una eventual ampliación del número de jueces, sería necesario impulsar una enmienda constitucional de dudosa legalidad, debido a que la Carta Magna veta cualquier reforma que sea contraria a la independencia de los tres poderes.  

"Somos la generación para sacar al país del atraso", dijo Lula en la reunión de la que también participaron tres expresidentes del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), los exsenadores Zé Anibal y Aloysio Nunes Ferreira y el exintendente de Belo Horizonte Pimenta da Veiga. Exaliados del candidato a vice Geraldo Alckmin, actualmente en el Partido Socialista Brasileño (PSB), esos interlocutores deberían atraer a las clases medias que se resisten a Lula por ser de izquierda o exsindicalista.