Desde París

El Mediterráneo ya no está solo como cementerio de migrantes a cielo abierto. El Canal de la Mancha se ha agregado a la macabra zona marítima que desde hace años se traga decenas de miles de personas que intentan llegar a Europa o cruzar el canal que separa a Francia de Gran Bretaña. 31 migrantes murieron ahogados en el Canal de la Mancha intentando esa travesía. Las operaciones de rescate siguen en curso y, por consiguiente, la cifra de muertos podría ser aún mayor.  

París y Londres protagonizan desde hace meses una durísima confrontación debido al alto número de migrantes que salen de las costas francesas, principalmente desde Calais, con rumbo al Reino Unido. Las autoridades francesas expresaron su “fuerte emoción” (Gérald Darmanin, Ministro de Interior) mientras que el primer ministro, Jean Castex, indicó que los responsables son los “traficantes criminales que explotan la desesperación y la miseria de los migrantes”. "Francia no permitirá que la Mancha se convierta en un cementerio", dijo el presidente Emmanuel Macron.

La situación en el Canal de la Mancha no es comparable con la del Mediterráneo. Entre 2018 y 20212 murieron en el Canal unas 13 personas (6 en 2019, 4 en 2020 y, hasta antes de este drama, tres en 2021). Según reveló Charlotte Kwantes, responsable de la ONG Utopia56, desde 1999 “más de 300 migrantes murieron en el litoral”. En lo que atañe al Mediterráneo, las cifras son escalofriantes. La OIM, Organización Internacional de las Migraciones, un organismo perteneciente a la ONU, entre enero y julio de 2021 1.146 personas murieron en el Mediterráneo.

Las tentativas por atravesar las aguas del Canal de la Mancha y ganar las costas británicas se han multiplicado vertiginosamente. De unos 12 mil intentos en 2020 se pasó en 2021 a 31.800. Según el gabinete del Primer Ministro británico Boris Johnson, más de 21 mil personas lograron llegar este año a Gran Bretaña provenientes de las costas francesas. Los intentos en ascenso han incrementado también la amenaza de los naufragios. Los migrantes se sirven de cualquier embarcación pequeña para cruzar el Canal. Las cadenas de productos deportivos como Decatlón han incluso retirado de la venta en toda la región costera los Kayaks y otras embarcaciones precarias de ese tipo para contener la desesperada navegación en el Canal. El pasado fin de semana las patrullas marítimas francesas rescataron a cerca de 250 migrantes que estaban a la deriva en las aguas el Canal de la Mancha. En total, en lo que va del año, 7.800 personas fueron rescatadas en ese corredor marítimo que facilita, por su cercanía, el desembarco en Gran Bretaña. Esta vez, la pequeña embarcación zarpó desde el puerto de Dunkerque con 34 migrantes a bordo. Unas 50 personas que se encontraban en otros barcos ya fueron rescatadas con vida, según indicó la prefectura.

El antagonismo entre París y Londres es constante en lo que respecta a los migrantes. Gran Bretaña estima que Francia no lleva a cabo los esfuerzos necesarios para controlar la zona. Esta controversia sirvió de fundamento para que el jefe del Gobierno británico presentara un proyecto de ley destinado a reformar el dispositivo vigente para los demandantes de asilo y contratacar así la “inmigración clandestina”. Del lado francés, la localidad de Calais y las zonas donde acampan los migrantes ha sido y es uno de los lugares más alucinantes de Europa. Hace cinco años, mediante una operación policial masiva, las autoridades desalojaron a los 9.000 los migrantes del campo de Calais. El lugar llevaba dos apodos que traducen muy bien las condiciones de insalubridad e inseguridad que imperaban en el campo: se lo llamó “La Jungla” y también “la villa miseria a cielo abierto más grande de Europa”. 

A la diferencia de 2016, cuando un gran campo agrupaba a todos los migrantes que acudían a Calais con el sueño de cruzar el Canal de la Mancha, ahora la policía interviene regularmente para desarmar los campos provisorios que se van creando y evitar así una nueva Jungla. Los exiliados son objeto permanente de una cacería humana que degrada las condiciones de vida y hace prosperar el marcado negro criminal de quienes cobran para hacerlos cruzar el Canal. Las ONG que trabajan en la zona distribuyen miles de platos de comida por día. Sin ellas, los migrantes no tendrían ni siquiera alimentos. Los exiliados de hoy son, en su mayoría, kurdos, sudaneses o eritreos. Nadie conoce sus identidades y sólo cuando hay una tragedia cuya cifra supera la normalidad del mal de pronto las declaraciones y las condenas y las denuncias inundan los medios.

Desde hace años, el mar devora a los migrantes que buscan llegar a Europa o, desde Europa, entrar en algún país. Las ONGs que trabajan para salvarlos con barcos han sufrido todo el peso de los Estados que tratan de impedirles que salgan al mar: arrestos, juicios a los capitanes, inmovilización de los barcos de salvamento, la carrera contra quienes buscan rescatar vidas es la norma. La indiferencia o la crueldad ante quienes huyen de la miseria y las guerras conduce derecho a estas tragedias colectivas. Los migrantes de la Mancha llegan a Calais, se instalan en carpas allí donde pueden, deambulan por la ciudad porque solo les quedan tres destinos posibles: que los arresten, los expulsen o que puedan cruzar el Canal de los sueños hacia una vida mejor.

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