Es fin de semana en Washington y la capital de Estados Unidos ya está casi a las puertas del verano. Las universidades están en plena celebración de las ceremonias de graduación, las piletas municipales se preparan para abrir al público en solo unos días, el Senado está por entrar en una semana de receso. En el Capitolio, sin embargo, la última semana estuvo caracterizada por una intensa negociación a contrarreloj. El Partido Republicano en la Cámara de Representantes y el Gobierno de Joe Biden discuten un marco para incrementar el límite a la emisión de deuda pública. No les queda mucho tiempo: si no hay modificaciones al techo de la deuda actual, a principios de junio, el país norteamericano podría entrar en default.

Negociación en pausa

La Casa Blanca y el Partido Republicano en la Cámara de Representantes negociaron hasta el viernes por la noche, después de un día en el que el bloque opositor anunciara una “pausa” en la conversación. No se reunieron este sábado, a la espera de que Biden vuelva de su viaje a Japón. El presidente de la Cámara baja, Kevin McCarthy, se había mostrado optimista durante la semana y dijo que esperaba llegar a un acuerdo durante este fin de semana, pero todavía no hay señales de que eso suceda. “No creo que podamos avanzar hasta que el presidente pueda volver al país”, dijo este sábado el republicano.

Demócratas y republicanos difieren, sobre todo, en la necesidad de hacer recortes al gasto del Gobierno. A fines de abril, el bloque opositor, que domina la Cámara de Representantes, aprobó por su cuenta un proyecto de ley de presupuesto que incrementa el techo impuesto a la emisión de deuda pública, pero a la vez recorta el gasto público para los próximos 10 años.

Si bien se conoce poco sobre la posición del lado republicano en la negociación actual, el contenido de ese proyecto de ley brinda una pantallazo de lo que el partido tiene en mente. Para la Casa Blanca, “los republicanos están reciclando una versión apenas rebajada de su propuesta extrema de presupuesto” que recortaría empleos para docentes y puestos en las fuerzas de seguridad y “podría poner en riesgo la cobertura de atención médica para millones de estadounidenses”.

La Administración Biden también critica que, al mismo tiempo que exige recortes, el partido opositor quiere extender “las exenciones fiscales para los más ricos y las corporaciones”. “Los republicanos están tomando la economía como rehén y llevándonos al borde del default, lo que podría costar millones de empleos y llevar al país a una recesión”, se quejan desde la Casa Blanca.

Qué es el techo de la deuda

El “techo de la deuda” de Estados Unidos es un límite que establece el Congreso a la cantidad de deuda que el país norteamericano puede emitir para afrontar sus gastos. Cuando lo alcanza, no puede emitir más deuda pública.

El límite actual es de 31,4 billones de dólares y Estados Unidos ya lo alcanzó en enero pasado. En ese momento, el Departamento del Tesoro dijo que tomó “medidas extraordinarias” para continuar afrontando las operaciones y los programas gubernamentales. La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, advirtió que esas medidas solo servirían temporalmente, permitiéndole al gobierno financiar sus actividades solamente hasta principios de junio.

Qué pasa si el Congreso no sube el techo

Con esa fecha límite acercándose rápidamente, la Casa Blanca necesita negociar un aumento del techo de la deuda para que Estados Unidos no caiga en default.

En general, si el Gobierno y la Cámara de Representantes están en la misma sintonía, aumentar el techo de la deuda es poco más que un simple procedimiento. Durante la presidencia de Donald Trump, por ejemplo, el Congreso aprobó expandir el límite tres veces, sin hacer recortes como los que se piden actualmente. Durante la gestión de Biden ya se subió una vez en 2021. En todos esos casos, no se estableció un nuevo techo, sino que se suspendió el límite por un tiempo determinado. Pasado ese período, el techo se actualizó automáticamente según la deuda que había sido emitida en el medio.

Si el Congreso y la Casa Blanca están enfrentados, el proceso no es tan sencillo. Es una discusión profundamente dividida según las visiones de los dos partidos. En 2011, luego de ganar la Cámara de Representantes, el Partido Republicano puso una serie de recortes presupuestarios como condición para aprobar una suba en el límite de la deuda durante la administración de Barack Obama. El acuerdo llegó a último momento, pero la incertidumbre previa causó caos en los mercados, cayeron las acciones y bajó la calificación crediticia de Estados Unidos.

Los recuerdos de la crisis de deuda de 2011 están frescos en la Casa Blanca actual: Biden era el vicepresidente en ese momento. Ahora se enfrenta a un escenario similar, con los republicanos exigiendo recortes en el presupuesto como condición para aprobar un nuevo techo. En este caso, a las divisiones partidarias también hay que sumarles las grandes diferencias internas en las dos principales fuerzas políticas estadounidenses.

Las principales diferencias

“Cualquier negociación presupuestaria seria debe incluir discusiones tanto sobre gastos como sobre ingresos, pero los republicanos se han negado a discutir los ingresos”, se quejan desde la Casa Blanca. “Están enfocados en perjudicar a los trabajadores estadounidenses en lugar de considerar la propuesta del presidente de recortar gastos innecesarios y reducir el déficit mediante la eliminación de subsidios para las compañías petroleras, farmacéuticas y haciendo que los más ricos paguen su parte justa”.

Una de las principales demandas de los republicanos es la de agregar nuevos “requisitos de trabajo” en los programas sociales del gobierno. Esto es, las condiciones relacionadas con el empleo que deben cumplir las personas que quieren recibir ciertos beneficios del Estado. Por ejemplo, el proyecto de presupuesto aprobado recientemente por el Partido Republicano exige a quienes quieran acceder a Medicaid, el programa de atención médica financiado por el Gobierno, que trabajen o realicen servicio comunitario.

Estos nuevos requisitos, que afectarían sobre todo a los sectores de menos ingresos, son inadmisibles para el ala más progresista del Partido Demócrata. Un grupo de 66 congresistas demócratas le pidió a Biden que invoque la enmienda 14 de la constitución estadounidense, que establece que la “validez de la deuda pública” del país norteamericano “no será cuestionada”. Para este grupo, el techo de la deuda “va en contra” de este mandato constitucional. “Creo que [la enmienda] debería estar sobre la mesa. Y creo que los fundamentos son legítimos”, le dijo recientemente la congresista Alexandria Ocasio-Cortez al portal Politico.

Cómo siguen las negociaciones

En medio de la negociación, Biden viajó en la semana a Japón para la reunión del G7 en Hiroshima. El presidente estadounidense volverá a Washington este domingo por la noche, tras cortar la gira que iba a incluir una visita a Papúa Nueva Guinea y Australia.

Aunque McCarthy, el presidente de la Cámara de Representantes, se mostró optimista durante la última semana y cree que se alcanzará un acuerdo pronto, no hay avances evidentes en las negociaciones. Incluso si ambas partes llegan a un acuerdo esta semana, el cronograma parece demasiado apretado para que una ley pueda ser votada por las dos cámaras antes de principios de junio. Tampoco está claro cuál es realmente la fecha límite en la que el Gobierno se podría quedar sin dinero.

Sobre lo único que parece haber una mayor certeza es sobre los posibles resultados. Ningún acuerdo dejará contento a todos, en especial a los extremos de los dos partidos. Así lo anticipó el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Charles Schumer: “Ninguno va a obtener todo lo que quiere”.